Spring Festival | Cuando C. Tangana miró al resto por encima del hombro
La música se entiende por el peso social que contiene. No se puede discutir que esa importancia se vio incrementada cuando el virus impregnó nuestra vida y manchó nuestro ocio. Pero quizá se hizo más patente ahí porque, como bien dice esa frase cursi que cada dos por tres sale en algún que otro poemario de frases cortas, no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Y ahí está el principal problema de todo esto, que no estábamos prestando la atención que se merecía a la industria que nos hacía felices. Había veces que iba a un concierto desganado, con la intención de cubrirlo y volver a mi casa a cronificarlo.
Pero ahora la sensación es diferente, entrar a un festival se ha convertido en algo extraño. Lo que vivimos el 27 y 28 de mayo en el Spring Festival de Alicante fue algo único. En primer lugar, porque era un festival que me pillaba verde, donde sólo conocía a una pequeña parte de su amplio cartel. Y he vuelto a levantar la cabeza para descubrir grupos con los que llevarme gratas sorpresas. Estancarse en los mismos artistas que escuchas siempre es algo bastante rancio, y en los últimos momentos pre-pandemia acabé pecando de ello.
Me marqué como objetivo plantarme pronto allí para ir desgranando las propuestas musicales que preparaba un evento que, de primeras, se alejaba mucho de mis perfiles de escucha. Pero ni siquiera el sofocante sol que merodeaba el recinto Multiespacio Rabasa pudo arruinarme el primero espectáculo que presencié. La actitud de Niña Polaca no era propia para una tarde de Alicante a las 19:00. El calor no redujo sus ganas de demostrar que querían comerse el escenario con un estilo que se podría resumir en un pop-rock de garaje. El sonido de Niña Polaca podría ser el de grupos como Lori Meyers o Love of Lesbian si éstos no hubieran ido a colegios privados.
Los conocí de pasada en algún programa de televisión del cual prefiero no acordarme (o quizás porque tengo memoria de pez), pero en directo me engatusaron desde que pisaron el escenario pequeño del recinto. Temas como «Madrid Sin Ti», «La Muerte de Mufasa», «Pinta Malasaña» o «Pdr Snchz» son un buen aliciente para mantener al público encendido durante toda la actuación. También porque se consiguen mostrar naturales encima de un escenario que les trata estupendamente.
En el cajón de efemérides podemos decir que era el cumpleaños de un Beto (bajista) que recibió el clamor del público o que la alicantina Sandra (guitarra) tocaba en casa. Su concierto fue una auténtica fiesta que la cantante de Ginebras, Magüi, no quiso perderse y salió para interpretar la apoteósica «Magaluf». Era, pues, un primer concierto que me abrió el apetito por descubrir qué más sorpresas me encontraría por allí.
El siguiente artista marcado en mi itinerario sí que era conocido por mí. Amatria es único en lo suyo. Tiene una forma única de entender la música y es capaz de llevarla al extremo. Su «Techno Manchego» era la atracción final de un concierto que pasaría por diferentes fases durante los cincuenta minutos que duró. El espectáculo pasó por momentos más fiesteros y otros de templanza, donde temas como «Un Alud» o «Encaja» marcaron los tempos de un público que cantaba muchos de los temas.
Joni se transforma con la música. Sus bailes, únicos en el panorama, transportan una alegría que muchos quisieran transmitir a sus oyentes. Porque no es fácil aguantar la sonrisa y el buen humor durante tanto tiempo. No miento si digo que me gustaría conocer el lado más sereno y tranquilo del intérprete para desmitificar algo que, de momento, es utópico para mí. En resumidas cuentas, su electropop sirvió como enlace para los platos fuertes que nos tenía preparados el festival.
Porque en ese momento pasábamos a la zona mainstream del recinto. Varias personas habían guardado sitio en la primera fila del escenario Vibra Mahou desde la apertura de puertas para poder disfrutar bien cerca el concierto de Rigoberta Bandini. Tras su exitosa «Ay Mamá», que pudimos disfrutar en dos versiones diferentes (la original y su génesis), el fenómeno Bandini ha desencadenado una auténtica locura en sus fans. Por ello, pudimos ver gente con velos, con tetas de plástico e incluso con gafas de tetas. Todo ello por un Benidorm Fest que en su día sentó muy mal al público general.
En cuanto al concierto, Paula Ribó, la artista que está detrás de Rigoberta, se ha sabido rodear bien de la familia para realizar un espectáculo que no decae en ningún momento. Porque su irrupción en la escena no es propia de una one-hit wonder. La memoria es muy traicionera a veces y los que critican esto no se acuerdan de que esta mujer ya llenaba conciertos en época pandémica con las vitoreadas «Perra», «In Spain We Call It Soledad» y «Too Many Drugs». Fue un espectáculo entretenido pero agobiante, donde la primera mitad de los asistentes cantaban a pleno pulmón todos los temas y la otra mitad iba a escuchar solamente uno.
Hacen alegre su estancia sobre el escenario con momentos cómicos que encasquetan al gran Esteban Navarro. Luego también tienen guardadas coreografías de las que no se escapa nadie, ya sea para bailar de pie o a cuatro patas. Ese concierto abrió la fase final de una jornada que cerró, para nosotros, Varry Brava. Me salto actuaciones como la de Love of Lesbian, Triángulo de Amor Bizarro o Viva Suecia porque hay un grupo que es mi debilidad por encima de los nombres más que reconocidos que acabo de mencionar.
Los de Orihuela son una auténtica revolución hedonista en cada una de sus actuaciones. He perdido la cuenta de las veces que he podido disfrutar con ellos encima de un escenario pero, por mí, esa cuenta podría seguir subiendo que no pasaría nada. Óscar Ferrer, Aarön Sáez y Vicente Illescas son las caras visibles de un proyecto que desde su lejano «Demasié» (2012) está dando mucho que hablar. Son 10 años de carrera marcando las directrices de la música festiva con la diversión como bandera, pasando de temazos primerizos como «No Gires» o «Calor» a nuevos clásicos como «Hortera» o la eurovisiva «Raffaella».
Y en directo saben transmitir su buenrollismo a la gente interpretando temas enérgicos como «Sonia y Selena», «El Sitio Perfecto», «Mi Mejor Momento», «Chicas», «Satánica», «La Ruta del Amor» y un sinfín de temazos. Era el concierto perfecto para finiquitar un día de vértigo que nos había llevado a descubrir algunos artistas y a reencontrarnos con otros. El segundo día nos iba a desgastar mucho, con un partido de fútbol de por medio, y había que recargar fuerzas.
Recargar fuerzas porque en el segundo round pisábamos el recinto con un sol más abrasador si cabe que el primero. Llegábamos pronto a los aledaños del Multiespacio Rabasa para no perdernos el espectáculo de la gran Javiera Mena. La chilena visitaba Alicante para deleitarnos con un electropop que le ha encumbrado en la escena internacional como una de las grandes del género. Creo firmemente que el horario que le pusieron, siendo una artista de talla mundial, no hacía justicia a su larga y dilatada carrera.
A pesar de todo, he de decir que fue, para mí, el mejor concierto visto hasta ese momento de todo lo que llevábamos de festival. Sabe pisar el escenario con firmeza y crear un espectáculo expresivo brutal. Nos transportó a «Otra Era», una época en la que era más necesario que nunca enarbolar un firme apoyo a la comunidad LGTB+ que empuñaba una «Espada» para resistir los ataques de la sociedad. Las primeras filas del concierto de Javiera estaban ocupadas por gente del colectivo, acto que demuestra la visibilidad que les ha dado la artista durante toda su carrera.
Se muestra sobre el escenario fuerte y empoderada, sin signos de «Debilidad», y demostrando que puede llevar la fiesta a cualquier hora del día. Por cierto, también he de decir que «La Culpa» en directo suena espectacular. No me arrepentí lo más mínimo de ir a su concierto pese a las horas que eran. Porque Javiera desprende en directo un aura que pocos artistas consiguen transmitir. Me quedé con ganas de más, se me hizo corto un concierto que, con el formato reducido de un festival, consiguió hacer bailar y saltar a unos asistentes que perdieron de vista el sol durante el tiempo que duró la actuación.
En ese preciso instante comenzaba un artista que personalmente no me atrae lo más mínimo pero quería ver si en directo era diferente. Guitarricadelafuente pisaba el Spring Festival con una legión de fans que abarrotaron su escenario desde primera hora de la tarde. Y lo siento pero ni con estas me envuelve el artista de Benicasim. Es un estilo que o te encanta o no te entra, sin punto medio. Música de cantautor con asaz quejidos. Y si a eso le sumas la sexualización que se hace de él cuando se quita el chaquetón o se abrocha bien el cinturón…
Lo cierto es que no me entra pese a que sus canciones son todo un éxito entre la gente joven. Ha conseguido poner de moda un estilo de música que de por sí estaba demodé. Y eso es muy elogiable, pues nadie podía pensar que canciones de la talla de «Ya mi mama me decía», «Quien encendió la luz» o incluso la mítica «A Mi Manera» podrían convertirse en virales en pleno 2022. Tras ese momento tocaba descansar de conciertos y reservarme para un C. Tangana que causaba mucha expectación.
Era la final de la Champions League y salí del recinto con la intención de llegar justo para el concierto del madrileño. La sorpresa para mí llegó cuando el partido se tuvo que retrasar más de media hora por los altercados sucedidos en los aledaños del estadio. En ese momento se complicaba la misión de llegar a ver lo que tenía preparado un artista que miró al resto de grupos por encima del hombro.
Llegué para «Demasiadas Mujeres» y, en el momento de aparcar el coche, vi que desde el escenario principal salían fuegos artificiales que me indicaban, sin temor a equivocarme, que lo que estaba sucediendo en ese escenario era de otro mundo. Y es que eso no era un concierto, era un espectáculo con todas las letras. C. Tangana no cantaba para el público, cantaba para lucirse en las cámaras que orbitaban a su alrededor. Era una obra de teatro en la que él era el protagonista. Y el antagonista. Y la decoración.
Porque lo mismo te soltaba una retahíla de temas de su obra magna «El Madrileño» que se subía encima de la mesa que simulaba el Tiny Desk para demostrar su lado más gangsta con un «Tranquilísimo» que echó en falta al gran Israel B. Todo iba viento en popa. La gente estaba boquiabierta con lo que estaba sucediendo en ese instante en el Spring Festival. Todo el mundo cantaba temas como «Me Maten», «Ingobernable», «Los Tontos» o clásicos de nuestra música como el «No Estamos Lokos» de Ketama, «Mala, Malita, Mala» de La Húngara o «Noches de Bohemia» de Navajita Plateá.
Y llegó el momento que fue, sin duda, un gatillazo en toda regla. El artista se inventó una conversación larga y tendida con un camarero que les servía el whisky como excusa para interpretar con playback su exitazo «Llorando en la Limo». Después de eso podían venir «Comerte Entera», «Nunca Estoy», «Antes de Morirme» o «Tú Me Dejaste de Querer» que la espina clavada estaba presente. Puede que los fuegos artificiales con «Tú Me Dejaste de Querer» me hiciesen olvidar por un momento lo que había pasado, no os lo voy a negar, pero era un daño innecesario.
Respecto al concierto, era lo más salvaje que le he visto a un artista nacional con diferencia. E incluso me sorprendió más que otros directos internacionales que he podido ver como Metallica o Iron Maiden. Porque ibas con la sensación de no saber lo que te ibas a esperar y el resultado fue impresionante. Finalizó con «Un Veneno» un concierto que también fue así de magno gracias a los músicos que le rodeaban, a los cuales también felicitó su presencia. El Niño de Elche, ese al que se le va el dedo en Twitter con mensajes cercanos a Vox, tiene una presencia vocal que impresiona. Con «Muriendo de Envidia» nos dejó atónitos y con la final «Al Di La» de Emilio Pericoli puso la guinda final a un concierto que Tangana coronó sin cantar ni afinar, como reflejaba el texto en las pantallas laterales del escenario.
A su lado, cualquier artista se habría empequeñecido. De hecho creo que es injusto que un espectáculo de este calibre se programe en un festival por la nula capacidad de competición. Sin embargo, unos jóvenes murcianos fueron capaces de plantar cara a lo que se acababa de vivir en el Multiespacio Rabasa con pura actitud. Trashi cerraba para nosotros el evento siendo uno de los tres nombres que más ganas teníamos de ver.
Algo de lo que estoy completamente de acuerdo con Jordi, compañero y amigo de LaMusikalité, es que dan envidia porque todos son muy guapos. Pero es que, a pesar de ello, también saber montar un show como Dios manda. Los Maneskin españoles dijo, y cada día que pasa me gusta más esa comparación. Nicky es una auténtica bala, lo mismo se sienta en uno de los amplis que se sube a la estructura del escenario o se pierde intentando dar la vuelta para ir con el público.
En cuanto a las canciones, temazo tras otro. «Dream team», «mal mal», «fiebre», «quiero dormir contigo», «dime que sí», «mañaneo»… Creo que era la manera perfecta para cerrar nuestra participación en un Spring Festival (mi segundo) cargado de sorpresas. Como siempre, Producciones Baltimore estuvieron a la altura de los eventazos que organizan y sólo tengo palabras de agradecimiento para ellos. El año que viene volveremos, pues ya se ha anunciado que en 2023 hay más dosis de Spring Festival. Tocará estar al tanto de las novedades que se avecinan para la edición del próximo año y disfrutar mientras tanto de los conciertos que seguirán programando en ese recinto.
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