Nathy Peluso, una artista de otro mundo
La apertura de puertas se retrasaba más de lo habitual. Las fans más incondicionales de la artista argentina comenzaban a desesperarse, como es normal, por las bajas temperaturas que azotaban Alicante. Pero merecería la pena. El 16 de febrero ofrecía la oportunidad de disfrutar de una noche de subgéneros raros urbanos. Porque si Nathy Peluso tiene una forma singular de vivir la música, Atupa y Fran Yera no iban a ser menos.
Fuimos un poco escépticos al pensar que no asistiría mucha gente. A eso de las 21:00, la cola no era muy multitudinaria y eso dejaba una estampa agridulce. Pero nada más lejos de la realidad, acabó habiendo una buena entrada gracias, en parte, a los asequibles precios de las entradas (5€ con Carnet Jove y 10€ la general).
Y el primer artista que pisaba el escenario era el valenciano Fran Yera. Componente de Atupa, ese día se enfrentaba por primera vez al público en solitario. Solo hay que observar las letras de gran parte de sus temas para ver que es más que un simple proyecto musical. El de Moncada no pone límites a los temas que difunde con su música, desde el poliamor a los roles de género. Puede ser tabú para unos, pero necesario para todos. La noche le llevó a interpretar creaciones ambiciosas de la talla de «Polifake» o «Rols», cuya versión original cuenta con la colaboración de ZOO y Akelarre. Era su primera vez y desengranó en exclusiva el que será su primer trabajo, que verá la luz a finales de febrero.
Pese al nombre de «Cuidados Violentos», este artista consigue cuidar de un modo delicado cada una de sus frases, dotándolas de significado social. Auto-tune como prioridad y beats bailables crean una forma diferente de comprender esta música. Y si a eso le sumas el apocalíptico final de «Pxrrxs Sueltxs» queda una propuesta original, muy arriesgada, pero que no tardará en calar en las mentes y almas de los fans. Derramó sudor a borbotones aun sabiendo que luego le tocaba actuar por segunda vez consecutiva, pero tenía ante sí su desvirgue musical y debía dejar el listón muy alto. Hay que estar pendientes de Fran Yera, pues viene dispuesto a dar un giro de 180º a la escena.
Los siguientes en salir al escenario de Sala The One eran Atupa. El cuarteto valenciano está más que consolidado dentro de la escena valenciana, pero se enfrentaban a un público diferente que no tasaba en absoluto con su propuesta. Solo hay que ver la poca ayuda que recibieron en el coreo de «QuatribaRap». Es la segunda vez que coincidía con esta banda tras el concierto fin de año que realizaron en el Festivern de Tavernes de la Valldigna, y este concierto corroboró mis pensamientos: el talismán de Atupa reside en su directo.
Desde la brutalidad de los beats dubstep de Fernando Boix hasta los bailes desenfadados de Robert Palanca, todo en sus conciertos es un caos musical que genera espasmos y alucinaciones sin necesidad de ingerir ningún tipo de estupefacientes. Bromas aparte, los tres raperos sabían moverse por el escenario y, en este caso, hacer amena la espera para Nathy Peluso. No nos vamos a engañar, los asistentes querían que pasase rápido la actuación de Atupa y algún grito se escuchó. Pero ese es el límite entre el ansia y la falta de educación por parte del respetable. Yo disfruté un concierto en el que no faltaron temas como «Editorial», «Llengua», «Res Està Escrit», «Fills de la Por»o «Hui». También tengo que redactar que me faltó color para redondear un gran recital de Atupa. Se merecían más elogios pero, repito, no era su público.
Y a las 00:20 aproximadamente el humo comenzaba a invadir las tablas alicantinas. Los móviles en alto realizaban una fotografía exquisita de flashes esperando la llegada de La Sandunguera. La banda Big Menú ambientaba sonoramente la espera hasta que, al fin, la diva argentina pisó el escenario. Ella recitaba «Estoy Triste», mientras sus acérrimos seguidores estaban la mar de felices. Así comenzaba todo, con un dramatismo exacerbado que tuvo su continuación con la gran «Alabame». Y así comenzaba un concierto que en ningún momento tendría un punto bajo. La gran Nathy Peluso estaba en la casa para reivindicar la música con la que ha crecido: mezcla entre el hip-hop, los boleros y las influencias latinas. Bailaba sin cesar, interactuaba con el público y sobre todo disfrutaba. Cuan importante es eso para una artista.
Con Tupac en su camisa desabrochada, no tardó en hacer un recital de soul que, con la colaboración de la banda, parecía por momentos una función de rock. Se vieron representados Nancy Sinatra con «Bang Bang», Rodrigo Amarante con «Tuyo» y Antonio Machín con «Dos Gardenias». Pero el resto le pertenecía a su repertorio y no desaprovechó el momento con temas de la talla de «Gimme Some Pizza», «Hot Butter» o la celebrada «La Sandunguera». Finalmente, quiso dar gracias a «Esmeralda», canción que le dio la oportunidad de darse a conocer en la escena y finalizó con la famosa «Corashe». Cuando nos quisimos dar cuenta, ya se estaba despidiendo al ritmo de la reciente «Natikillah», tema que hubiese estado bien que interpretase pero que sirvió para poner música a una partida tras un recital agotador.
Un directo de Nathy Peluso no se puede describir con palabras. Solo saben cómo es un concierto de esta diva los que acuden a él. Lo cierto es que se hizo corto, pero se movió tanto que la energía tenía que escasear de vez en cuando. Salí del concierto preguntándome por qué no había visto antes a esta gran cantante, bailarina, actriz y deportista; pero con la conciencia clara de que, tarde o temprano, asistiré a otro de sus recitales.
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