La Pegatina | Caos en medio del orden

La Pegatina | Caos en medio del orden

Afortunadamente, Alicante lleva unas semanas recibiendo con buena cara a la cultura segura. Hemos podido disfrutar de actuaciones como la del Kanka la pasada semana o la de Mala Rodríguez a comienzos de mes. Pero todo esto es solo el comienzo. Es la punta de lanza de una escena que está harta de perder dinero, de que mucha de su gente no pueda trabajar y de que se discrimine su razón de ser post-pandémica. Y ver a La Pegatina dejando de lado los conciertos acústicos que tanto nos venían acompañando, ilusiona. Esa ilusión es sinónimo de avance. Porque volveremos a la normalidad. No sé si mejores, pero sí conscientes de la importancia que tiene la cultura en nuestras vidas. Valorémosla más.

Porque no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Esos momentos en los que podías abrazar a tu amiga o a tu pareja en un concierto, siendo felices en ambientaciones musicales de guitarras e instrumentos de viento, pasaron a trasladarse a sillas de plástico con distancias de seguridad y guitarras acústicas que no hacían más que rebajar una epicidad original que se presuponía inviable en estas circunstancias. Pero han tenido que volver al ruedo Adrià Salas y compañía para enseñar que no es necesario ahorrar revoluciones. Se puede disfrutar sentados de un concierto de La Pegatina como si de un festival veraniego se tratase. La cerveza está, la gente también y, por descontado, la música.

La primera vez que vi la esencia rumbera proveniente de Montcada perdí mi teléfono móvil en un pogo. Puede que mi situación etílica tampoco fuese muy acorde con un final feliz para mi teléfono. Pero desde ese día son innumerables las veces que he podido vivir la presencia en directo de la festividad de Rubén Sierra, la comedia musicalizada de Romain Renard o la escenografía rockstar de Miki Florensa. Tiene mérito que, tras tantos años al pie del cañón, el tiempo pase sin perder la capacidad de transmitir alegría a personas de diversa edad, procedencia o gusto musical. Es una banda para toda la familia que cada disco que saca se torna un clásico.

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Rubén Sierra | Foto: Juan Fernández

Llegaban a Alicante dispuestos a arrancar su gira presentación del álbum «Darle la Vuelta» con muchas ganas. A la entrada al recinto, un setlist de la pasada actuación de su colega El Kanka les recibió para darles la bienvenida y para otorgarle a Adrià Salas el espíritu malagueño con el que posteriormente saltó al escenario para interpretar su parte de «Te Veré Cuando Yo Quiera» y la verdad que lo hace perfecto. Aunque para llegar a eso, había que esperar un poco.

Saltaron sin hacer esperar al respetable, como una banda de rock que ve expectante que el estadio espera atónito su salida. Y comenzó la fiesta de vientos y ritmos que tuvieron su primera prueba con «Como Se Hacen Las Flores». Y todo el público ya se la sabía. A esto me refería cuando comentaba que no importa el tiempo que tenga una canción de La Pegatina en el aire para convertirse en clásico. Esta lo es sin ningún tipo de duda.

Estábamos en el foso cuando «Mama» puso ambiente tropical a un recinto que bailaba con las manos y sonreía con los ojos. Esta bonita estampa se iría reproduciendo a lo largo de la mañana con temas como «La Voisine», la rumbera «¿Cómo Explicarte?» o la pirata «Stand & Fight». Lo cierto es que tenían en mente «Darle la Vuelta» a la forma de hacer conciertos en pandemia y lo consiguieron siendo fieles a su modus operandi. Porque si hay que levantar el ánimo con los gritos futboleros del «Gat Rumberu», se hace. Si Rubén grita «¡Arriba!» presa de la adrenalina, luego se aclara que «es arriba de espíritu».

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Miki Florensa | Foto: Juan Fernández

Es el concierto más especial al que he asistido en esta nueva situación. Es un placer escuchar temas como «Miranda», «Y Volar» o «No Som D’Aquí» como los parieron ellos, con la misma energía y entusiasmo que siempre les pusieron. Agradecido siempre a esas bandas que tienen por cometido hacerle la vida más amena a las personas que los escuchan. Te pasan de cantar un bolero de «La Guspira» con el «Vivir Mi Vida» de Mark Anthony a la gran «Algo Está Pasando» que tienen junto a la gran María Rozalén.

Y es que lo que estaba pasando en el escenario era mágico, aunque entre el público había un escenario secundario. La pobre Inés Hernand era objeto de constantes peticiones de fotos y charlas que se convertían en invitaciones para bailar. Alguna foto me tocó hacerle a algún fan que me cedía su teléfono móvil con un pequeño temblor en la mano. Aunque tampoco se puede decir que Inés lo estuviese pasando mal. Era el mayor apoyo que tenía La Pegatina entre el público y hasta más de una vez fue regañada por la seguridad del recinto. ¿Sabrían estos que por la tarde sería ella la que se subiría al escenario con su espectáculo Ni Puta Gracia?

A Adrià Salas y compañía no se les puede reprochar nada. Se subieron al escenario del Muelle 12 de Alicante para dejarse la piel y salir con heridas de guerra como muestra del gran desempeño dado. Era la primera prueba de una gira que les llevará por varias ciudades del Estado español. Temas como «Y Se Fue» o el medley rumbero que prepararon puso a cantar a todo un respetable que colgó el cartel de entradas vendidas con la única intención de pasarlo bien. Y se consiguió con creces.

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Romain Renard y Adrià Salas | Foto: Juan Fernández

Pero todo el que haya ido antes a un concierto de estos señores sabe que, si se van sin previo aviso del escenario, algo espera. Porque no estábamos todos, faltaba Mari Carmen. Antes tuvimos que viajar en el tiempo hasta 2009, a la publicación de aquel mítico «Via Mandarina». «Alosque» puso a dar palmas a todas y cada una de las personas que pagaron su entrada para cantar himnos como ese. Lo que no sabíamos era que estábamos en un orden a punto de ser derrocado. El caos estaba tocando a la puerta y «Mari Carmen» le dejó entrar.

La gente se volvió loca, muchas piernas vieron necesario ponerse de pie a pesar del reclamo de los seguratas que andaban desbordados. Porque el público tenía ganas de bailar y vieron un vacío legal aquí. Mi zona, situada al final del recinto, era una auténtica batalla campal entre cuatro o cinco responsables de seguridad y alguna que otra persona con alma anarquista. Y el caos incrementa cuando a continuación viene «Lloverá Y Yo Veré». La labor de los chalecos reflectantes de allí fue suficiente para garantizar la seguridad del respetable que sí guardó las formas.

Y yo me fui muy contento por la experiencia vivida ese sábado a las 12:30. Siempre es extraño ver un concierto de estas dimensiones a la hora del vermú, pero uno se acaba acostumbrado al tema de los horarios y del toque de queda. Esperemos que a la próxima podamos volver a disfrutar de La Pegatina todos de pie, juntos, haciendo pogos en «Gat Rumberu» y cantando abrazados de alguien el estribillo de «Chocolate». Así sabremos que la espera habrá merecido la pena.

Juan Fernández

Codirector en busca de un estilo claro. Del hip-hop al rock y tiro porque me toca.

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