Festivales en busca de ventas bajo la incertidumbre

Festivales en busca de ventas bajo la incertidumbre

Los eventos veraniegos siguen promocionándose haciendo caso omiso a las recomendaciones de los expertos por el coronavirus

En medio de un panorama desolador y con la mirada puesta en un futuro incierto, el mundo vive un momento crítico en todos los aspectos. Con la recesión económica a la vuelta de la esquina, nos queda presagiar un caos en el arte. El cine o la música son dos de los ámbitos donde más está amenazando la necesidad de saber certezas sobre el porvenir. Mientras las películas tienen que retrasar su estreno en cines, las plataformas de streaming consiguen sacar rédito del árbol caído.

Pero lo que nos incumbe a nosotros es el mundo de la música, donde la hermandad de artistas y promotoras sin ánimo de lucro no es suficiente para combatir un panorama que vive por y para los conciertos. Son la fuente de beneficios de un número muy elevado de artistas, con el plus adquirido de la venta de merchan, discos y reproducciones en plataformas digitales. Y en este mundo desolador también se acerca el mastodonte festivalero que ha ido creciendo en estos últimos años. Estaba claro que, tarde o temprano, se iban a ver afectados como ya estaba pasando con salas de conciertos. Ahora, para más inri, muchas tendrán que bajar la persiana tras estos meses llenos de pagarés sin sustento económico.

La burbuja de eventos estaba creciendo y creciendo, sin llegar a explotar, pero los peores presagios se comienzan a confirmar. Ahora, el COVID-19 es su enemigo público, un mal invisible que pretende ser el cabeza de cartel de la temporada veraniega pero que muchos promotores pretenden esquivar. No puede ser que haya eventos que, a falta de dos o tres meses para el inicio de sus festivales, no hayan mencionado siquiera una posibilidad más que latente de cancelación o, en su defecto, aplazamiento.

No solo eso, encima no se rasgan las vestiduras a la hora de aumentar los precios de las entradas, un engaño total a un público indeciso que acabará cayendo en una trampa para ratones. Sin embargo, esta vez pueden ser cazados sin conseguir el queso. Las cancelaciones y aplazos serán la mejor forma de tener un poco de credibilidad y ser responsables con el público, porque no todo es el negocio.

Somos conscientes de que este virus es una lacra que ha afectado anímica y económicamente a muchas pequeñas empresas y autónomos, muchos de ellos incluidos en el mundo del espectáculo. Pero hay que ser sensatos con la situación y empatizar con el respetable. Como bien declaró el festival Rabolagartija en un comunicado oficial: «En estos tiempos aciagos que nos toca vivir a la humanidad entera, nosotros no tenemos nada que ofrecer. ¿A quién le importa ahora un festival de música? Al carajo «.

Son de los pocos que han dado la cara, y siendo de los que mejor calendario tienen a la hora de recuperar la situación anterior a la pandemia, una utopía inalcanzable y bien sabida por todos a estas alturas. Pero han sido conscientes de la especulación y han dado un paso al frente:

«Ahora la prioridad es la SALUD, la dedicación, la entrega y el sacrificio, la amistad, la paciencia, la solidaridad, el agradecimiento y el civismo en grado máximo. Nadie está pensando ahora en disfrutar de las canciones de su grupo favorito encima de un escenario, ni en la zona de acampada; nadie piensa en la entrada para la piscina o en comprar la camiseta de esta o aquella banda. No mientras los enfermos graves se acumulen en los hospitales y los sanitarios y los ciudadanos en general se sigan contagiando a este ritmo, no mientras nuestros ancianos sufren el mayor impacto de esta pandemia, no mientras las cifras de fallecidos diarias sean tan brutales y desgarradoras. No mientras la mayoría de las personas andan preocupadas por su puesto de trabajo, sus ingresos económicos, las facturas que atender… su futuro, en definitiva. Ya vendrán días de gozo y disfrute, de encuentro y celebración, ya vendrán días, como dice el maestro Manolo García… han de venir. Y mientras no llega ese día, desde Rabolagartija sólo podemos decir una cosa: GRACIAS».

Más claro, agua. Con un tono directo y serio han cogido a la lagartija por la cola y han decidido dejar en un segundo plano la realización del evento, con un párrafo extra en el que no descartar volver en 2021 pero quitando hierro sobre la edición de este año. Lo primero es la vida de las personas.

Y no estoy pidiendo un comunicado así por parte de los que no se han pronunciado, sino de que al menos dejen en tiempo muerto las compra-ventas, las subidas de precio, las confirmaciones y la publicidad engañosa de imágenes de gente sana, sonriente y sin camiseta. Los eventos tempraneros de primavera ya han conseguido emplazar sus ediciones en otras fechas como es el caso del Viña Rock, el Rocanrola, el AliCompton o el Paellas (aunque este parece destinado a la cancelación). Si nos vamos de género, el Spring Festival que nos acogió el pasado año ha publicado también su aplazamiento hasta octubre. Pero, ¿y la mayoría de los veraniegos? Siguen con su publicidad engañosa y vendiendo entradas. Pido un tiempo muerto, no todo es el negocio.

PD: Podría hablar de las trabas a la hora de hacer la devolución de dinero a las personas que no pueden asistir a la nueva fecha de muchos festivales, pero eso ya es otra cuestión. Les importa el beneficio, no las personas.

Juan Fernández

Codirector en busca de un estilo claro. Del hip-hop al rock y tiro porque me toca.

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