El infierno retrofuturista de Luna Ki

Las obras del movimiento artístico retrofuturista imaginaban las posibilidades más distópicas de un futuro imaginado. La cultura popular hizo famosas una cantidad de pinturas, libros, largometrajes y fotografías que tenían este nuevo arte como punta de lanza. Encontrábamos en esa fusión entre estética futurista y fundamento clásico una forma novedosa de huir de los convencionalismos del arte de la época.
Y Luna Ki es la clara imagen del retrofuturismo en una industria musical regida cada vez más por convencionalismos automatizados. Es la figura que rompe con todo lo predeterminado, la que desafía las modas y la que busca, por encima de todo, una carrera marcada por la trasparencia y la singularidad.
Se hizo famosa por la cruzada contra el autotune que promovió Eurovisión y que vimos en TVE. Pero ella es mucho más que «Voy a Morir», el tema que presentó para la preselección en Benidorm. Por ello, nos vimos obligados a cubrir un concierto que no fue nada agradable a ojos de Dios, pero que disfrutamos mucho los impíos que nos encontrábamos en la Sala The One de Alicante.
Luna Ki tiene la capacidad de congregar dos opiniones totalmente opuestas sobre su propuesta musical. O la amas, o la odias. No hay término medio en la visión sobre una forma de interpretar sólo apta para mentes abiertas. El puritanismo no encuentra espacio en las composiciones de la artista catalana y eso reduce considerablemente el target al que va dirigido. Por todo ello, al conducir por los alrededores de la sala, podías ver un desfile de outfits, maquillajes y peinados de lo más arriesgados; portados con la máxima naturalidad y con enorme orgullo por parte de los asistentes.

Era una oda a las libertades y lo comprobaríamos de primera mano una vez nos sumergiéramos de lleno en la actuación y, aunque la asistencia al evento no se acercó ni de lejos al sold out, dejó una bonita estampa de comunión entre los asistentes. Puedo decir sin temor a equivocarme que, quien es fan de Luna Ki, es un verdadero adepto a su música. Y eso genera un espacio seguro para todos aquellos que puedan haber sentido animadversión por parte de señores de mentes opacas.
Los alicantinos estábamos de suerte. Lo que íbamos a vivir ese día se convertiría en uno de los directos más impresionantes que he podido ver sobre un escenario por parte de un artista nacional, y eso que no he visto precisamente pocos. No sé si es por el carisma, sus modelos o sus canciones; pero mientras Luna Ki está pisando la madera del escenario, no puedes apartar los ojos de ella.
Impresiona tenerla frente a ti. Tiene una mirada penetrante que embelesa. Hipnotiza desde el primer momento en que la ves con esas bambas de doble plataforma. Con ese pelo rubio infinito. Con ese eyeliner que se estira hasta la saciedad. Y comenzando con un tema de la talla de «Piketaison», que encendió la llama de una sala que no se apagaría en ningún momento de la noche.
Diría que mi concepción previa del concierto que vivimos ese día en Alicante era fruto de los prejuicios que yo mismo, desde el exterior, adjudicaba prematuramente a la actuación de Luna Ki. Porque sin haberla visto nunca encima del escenario, las sensaciones que me transmitía tenían más que ver con el engrandecimiento de los looks y la falta de música en directo.

Pero Luna me dio una patada en la boca con tacón de aguja (como el que vimos en su tercer cambio de vestimenta). Fueron sucediéndose canciones como «Trance», «Toke Manga» o la exitosa «Rivotril» de la forma más rápida posible y, cuando quise darme cuenta, ya estábamos en el ecuador del concierto.
Hubo tiempo de hablar sobre la necesidad de sentirnos libres de estar bien o mal y de ayudar al de al lado siempre que fuera necesario. También mencionó la importancia de ser una misma y de sentirse única y especial, previa a un «Patito Feo» para el que invitó a un fan. Ese momento pudo haber sido apoteósico pero se tornó algo… raro. Mientras que el fan se encontraba nervioso tras haber subido por casualidad al escenario, Luna tuvo que sobreponerse al shock del chico y despertarle de ese nerviosismo imperante. El público aplaudió, por supuesto, pero podía haber sido una estampa más bonita de la que en realidad pudimos degustar.
Siguió haciendo un viaje por su repertorio con temas como «Dispara», «Buenos Días», «Dolphin» o «Bolita»; pero no todo ocurría encima de la tarima. Mientras el remix de Garabatto retumbaba la Sala The One, la artista se cambiaba entre bambalinas para seguir el concierto con un nuevo look de rojo pasión (o rojo infierno según se mire).
Era el momento más diabólico de la noche y duró tan solo tres canciones: «Disney», «Voy a Morir» y la mitad de «Huérfana». Todo derivaba a una recta final apoteósica que arrancó con el hit mundial «Putón» y con un arnés que tapaba lo justo y necesario de su cuerpo (aunque tuviese algún inconveniente final).

El público enloquecía con el tema. Todas las voces reunidas ese día en la sala corearon el sencillo más conocido de la catalana. Pero a ella no se la veía cómoda. Primero tuvo que luchar con que no se le saliese un pecho, luego perdió la goma del in ear… Se le veía algo contrariada, a lo que el público respondió con más ovación. Fue en ese momento cuando todo cambió. Luna se dio cuenta de que ese factor, el del público, era el único necesario para llevar a cabo una gran actuación.
«Febrero», «Septiembre» «Tu Tumba» y la reciente «Atake» fueron las últimas en sonar, pero se ayudó de varias mákinas que había entre el público para llevarlo a cabo. También subió al escenario, para sorpresa de muchos, la artista alicantina Paranoid 1966, con quien acabó perreando sin miedo a nada.
Fue una actuación que me dejó perplejo de principio a fin. Tengo la suerte de conocer y escuchar su música desde hace varios años y este primer acercamiento a un directo suyo me motivó sobremanera a pensar que hay más formas de hacer directos que las puramente convencionales. A ojos de Dios, el retrofuturismo lascivo de Luna Ki estaría totalmente vetado, pero en el infierno alicantino no había tabúes y pudimos celebrar una noche sin dogmas ni puritanismos.
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