Barraques de Sitges 2021 (1) | Ensayo y error
Siempre es difícil reinventar un nuevo modelo de negocio que haga frente a las adversidades. El coronavirus ha supuesto un auténtico contratiempo dentro de la cultura musical y los festivales se tienen que ir adecuando a las nuevas necesidades que imponen las autoridades sanitarias. El punto positivo de esto es que hay eventos, como el Barraques de Sitges que hoy tratamos, que han puesto todo su empeño en dotar a la música de una segunda vida con una novedosa estructuración. El lado negativo, en cambio, es que se trata de un ensayo y error que puede salir bien o mal.
Los conciertos de las Barracas de Sitges afrontaban su octava edición con un aroma especial y, aunque al principio la novedad produjo algún contratiempo inesperado, la capacidad de la organización y de las voluntarias de adaptación y mejoría no dejó que las dificultados manchasen una edición atípica. Porque cuando tienes que retrasar el primer concierto de toda la edición por reestructuración del recinto, obligados por los Mossos d’Esquadra, todo parece descolocarse. Fue una cadena de obstáculos que nubló un primer día más que esperado.
Comenzaba el grupo local K-Liu poco antes de las 19 horas para colocar la primera piedra de los cinco días que había por delante. Fuera, una cola kilométrica esperaba validar sus entradas para poder aprovechar desde el primer momento su abono en la zona de restauración. La primera imagen algo extraña que nos deja este tipo de estructuración del recinto es ver que la banda actúa para gente que está muy alejada de ellos, sentados en las mesas del fondo, válidas para consumir bebida y comida. La restricción de entrada de alimentos a la zona de conciertos estaba sujeta a intentar mejorar, en la manera de lo posible, el mantenimiento de mascarillas en todo momento.
Respecto a K-Liu, era la primera vez que veía al grupo de Sitges sobre un escenario y en directo desprenden la misma vibra positiva que trasmiten en su versión de estudio. Era bonito pasar por las mesas y ver a la gente corear sus canciones cerveza en mano, aunque hubiese sido más positivo para ellos que les apoyasen desde las sillas numeradas cercanas al escenario. Su primer álbum, «T’ho Pinto» (2018), estuvo bien representado junto a otros temas interesantes que incluían versiones de himnos como el «Antes muerta que sencilla” de María Isabel. Fue un interesante descubrimiento que abrió de buena forma esta primera jornada.
La siguiente actuación me hacía especial ilusión porque se trataba de una de las artistas más punteras del panorama valenciano. Jazzwoman llegaba a la Plana de Santa Bàrbara de Sitges para presentar su último trabajo discográfico «Maléfica» (2020). Además no estaba sola, pues a las voces le acompañaban sus inseparables Eryfukkssia y AGS de Periferia Norte. Eran los primeros representantes de una jornada repleta de talento de marca valenciana y no podían defraudar. La de Aldaia, con gorro pesquero y atuendo playero, se dejó todo sobre el escenario. La entrega de la rapera era una demostración clara de por qué está escalando puestos a pasos agigantados.
No veía a Jazz en directo desde el Festivern de 2018 y había ganas de escuchar en directo grandes temas como «Cortándome las Alas», la épica «Allí en la Fabriqueta», «Tú i el teu Melic» o el hit «Amor i Amistat». Tampoco desaprovechó la oportunidad de soltar un recital de temas de su primer álbum «Bagheera» (2018) como «Chillin'», «Suavemente» o «Como Yo»; así como de otros sencillos de la talla de «Pa’ Mi Peich», «Tiembla» a dúo con AGS o su más que reconocida «Nano».
En su concierto comenzó a haber más afluencia de público en los asientos numerados, pero aún había una descompensación notoria con respecto al número de asistentes que preferían disfrutar del concierto en las mesas del fondo. Yo, personalmente, no me arrepiento por nada del mundo de haber disfrutado del espectáculo que dieron desde mi asiento asignado y, aunque no lanzasen fartons como antaño, han moldeado una puesta en escena muy entretenida y amena. Jazzwoman me metió completamente en el mood festivalero y fue mi inicio oficial a este Barraques de Sitges. He tenido que viajar desde Alicante para poder disfrutar de su show pero mereció mucho la pena.
Y el siguiente grupo en aparecer en el escenario de Sitges venía directamente desde la comarca de l’Alcoià para portar al municipio catalán una dosis de folk y música tradicional valenciana con la alegría a la que ya nos tienen acostumbrados. Pero antes de que El Diluvi se subiese al escenario, comenzaron a surgir varios imprevistos que obligaron a retrasar el concierto. Una voz en off avisaba a los asistentes que se encontraban de pie en la zona de restauración que el espectáculo no comenzaría hasta que todo el mundo estuviese sentado. Un castigo algo cruel teniendo en cuenta que la cola para conseguir algo de cenar era kilométrica y no estaba permitido el acceso de comida alguna.
El ensayo de este nuevo formato empezaba a dar sus primeros fallos. Las personas aprovechaban su posición en las mesas para mantenerse allí todo el tiempo posible, la cola para el único puesto de comida del recinto llegaba hasta la salida, no había hueco para los nuevos comensales… Todo era un auténtico quebradero de cabeza y la organización, consciente de ello, intentó mejorar todo esto en la medida de lo posible para los siguientes días de festival.
Mientras tanto, tras varias broncas a los que estaban de pie, la banda alicantina El Diluvi salió al escenario con la hora ya pasada pero con la intención de hacer olvidar al público lo que había ocurrido. El grupo interpretó un repertorio lleno de canciones más que conocidas por todos como «Alegría», «I Tu, Sols Tu» o «Tendresa Insubmisa». Las voces de Flora Sempere y David Payà sonaban perfectas, con un dominio vocal exquisito que brillaba sobre el escenario. El sonido de ese concierto, sin lugar a dudas, fue el mejor de la jornada, acompañado de un set de luces hipnótico que hizo del show una delicia visual.
Acabar con «Misèria i Amor», con el estribillo repetido de la incapacidad de decir un «te quiero«, fue el punto y final a un concierto que comenzó fuera de su horario programado, con trabas, pero que no dejó indiferente a nadie. La cultura valenciana seguía siendo el estandarte de ese día introductorio de festival y los pocos de la terreta que habíamos allí nos hacíamos notar. Orgullo de ver a nuestros grupos liderar jornadas musicales como esta.
Y el plato fuerte de la noche no podría ser otro que la banda de Panxo, Arnau y compañía. ZOO ha vuelto a su niñez con su último disco, pensando en chucherías y toboganes y convirtiéndolos en aclamo popular. Pero a su vez, «Llepolies» (2021) es la consagración de la banda en la cumbre del panorama catalán, un supuesto de madurez y de entereza que les ha llevado a cosechar elogios tras elogios allá por donde pasan. Su gira, marcada por innumerables sold outs, tenía parada obligatoria en Sitges, y era la primera vez que un servidor podía ver cómo defienden en directo temas de la talla de «Avant», «La del Fútbol», «Diània» o la intimista «Sereno».
Lo cierto es que todo estaba planteado para que fuese un concierto memorable. La gente abarrotaba (por fin) los asientos numerados frente al escenario, camisetas de la banda inundaban completamente el recinto y la locura se acrecentó cuando ZOO salió al escenario dispuesto a repasar los mejores temas de sus tres discos. He de decir que me sorprendió ver a un Panxo más rítmico, moviendo sus manos al ritmo de la música con una posición central más serena e incluso me recordó en ciertos momentos a su hermano Pablo (Ciudad Jara, La Raíz).
La primera sorpresa la tuvimos cuando la rapera de Aldaia Jazzwoman subió al escenario para interpretar junto a ellos «Tir al Ninot». Estamos acostumbrados a escuchar «Cançons D’Ofrena» a dúo, pero la presentación de «Llepolies» tenía que tener representación de uno de los temas más completos del disco. No obstante, tampoco faltaron himnos como «Vull», «Faena», «El Cap Per Avall» o «Impresentables». El público enloquecía y saltaba, tanto que no quedó ni una sola alma sentada en su asiento. Era un concierto con mucho azúcar y eso puso patas arriba la plana de Sitges.
Mientras, en la zona de restauración, la cola para adquirir la cena comenzó a menguar, haciendo que gente que llevaba esperando para comprar algo para cenar desde el concierto anterior desistiese en pos de poder disfrutar del concierto de los valencianos. Sin embargo, me sorprendió ver algunas personas coreando todos y cada uno de los temas desde la fila, que también se transformó en una especie de fiesta. Error claro de la organización que, conscientes de ello, dejaron entrar comida a partir de la segunda jornada de conciertos.
Por lo que resta al espectáculo de ZOO, poco más que añadir. Siguen estando en plena forma. Es el único grupo que nunca me cansa en directo pese a que los haya visto un interminable número de veces. Habré cantado miles de veces sus versiones de «Camins» y «Esbarzers», rayado en el reproductor el «Tempestes Vénen del Sud» (2014) e incluso aprendido de memoria su setlist. Pero nunca me cansará disfrutar de su música y cantar a pleno pulmón sus canciones como la primera vez.
Son capaces de amainar el ambiente con la sensible «Correfoc» para, posteriormente, lanzar una tralla de hits que incluyen canciones como «Estiu», «Corbelles», «Ventiladors» o la finalizadora «Tobogan». Moldean como quieren a su público, siempre entregado al espectáculo que ofrecen. Tras una jornada marcada por los errores, finalizar el primer día con un concierto de ZOO fue todo un acierto. La gente salió más que contenta del recital valenciano.
Cansados, recogimos nuestro equipo y nos dirigimos (con algún que otro problema) al autobús que nos llevaría de vuelta a Barcelona. Había que recargar fuerzas, pues el segundo día de Barraques de Sitges amenazaba con ser igual de ajetreado o más que este. Con todo, toca agradecer a la organización del evento por haber contado con nosotros y por todas las facilidades que se nos dieron para que pudiésemos hacer nuestro trabajo con total normalidad.
Un comentario en «Barraques de Sitges 2021 (1) | Ensayo y error»